jueves, 4 de septiembre de 2014

Síes o noes

Aquella mañana 
tuve la tentación de regar con cloroformo 
aquella margarita que te disponías a oler 
para después deshojar 
y así poderte observar 
durante más de una hora 
sin que me lanzaras algún reproche 
o sin que me apartases la mirada 
o sin que te marchases 
con todo lo que ello conllevaba. 

Sospechaba que mis margaritas son adictas a los noes 
y a ti no te hace falta una margarita, 
ni si quiera un ramo de flores con dedicatoria perfumada, 
para saber que a ti los síes te brillan en neón cada noche 
y que se convierten en suspiros por el día 
todas las mañanas cuando vas a comprar el pan. 

Síes o noes, ¿de cuál eres tú más?, 
me preguntaste mientras deshojabas 
con la sonrisa de una niña inocente 
que en su puta vida ha resquebrajado un corazón. 

Aunque esa inocencia se desdibujaba fugazmente 
cuando bajaba la mirada y veía tu escote de revivir a muertos,
con esos pechos que nunca supieron de Newton 
ni de sus leyes. 

Síes o noes… 
pensé yo en voz alta 
mientras deshojaba aquella margarita con tu nombre 
y con sentencia de vida o de muerte en su pétalo final. 

Sí, no, sí, no, sí, no, sí… 


No. 


- Síes o noes, en cualquier caso margaritas.

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