martes, 21 de octubre de 2014

Oda a un puto domingo de mierda



Tengo un domingo de resaca,

de dudas,
de un segundero que no da tregua,
de una canción que no deja de mencionarte,
de un dolor de cabeza que no permite olvidar,
de un regusto a licor amarillento
que ayer quitaba las penas de diez en diez
y que hoy
me las cobra por partida doble.

Entiéndelo:
Llevo demasiado tiempo viendo aquella isla
sin llegar a ella,
sí,
allí donde tu cuerpo se hace orilla,
donde se confunde la arena con el mar,
allí,
tu isla.

Llevo las dudas puestas
y ese 'te lo dije'
tatuado en la frente
a base de cabezazos en la pared.

Hoy es un puto domingo.

Domingo de llamar a Borja
para que reconstruya la noche,
de hablar con Mauro
para que de un poco de sentido
a esos 50 euros que me he gastado,
de embaucar a Javi
con mis putas locuras.

Domingo de mierda.

Y ya son demasiados domingos:
domingo lunes,
domingo martes,
domingo miércoles,
y así hasta el domingo domingo,
el domingo de soledad,
de removerme entre las sábanas
y no encontrarte,
domingo de vértigo,
porque el vértigo no me depende de las alturas
sino de lo lejos que estés.

Domingo de perdón
pero siempre lejos de Dioses,
domingo de recurso poético
ante la imposibilidad
de recurrir a ti.

Ayer me bebí la penúltima
demasiadas veces
por seguir pensando en tu escote,
vendí mi equilibrio
a cambio de copas
y ahora es cuando mi corazón
hace funambulismo
con una venda en los ojos.

Domingo de mirarme al espejo
y volver a odiarme,
domingo de recordarte
y de no encontrarte,
domingo de ibuprofeno,
domingo funebre,
domingo de bandera blanca,
domingo de rigor mortis,
domingo de trinchera.

Y lo peor de todo:
hoy es domingo
de buscarte
y de no hallarte.