jueves, 6 de noviembre de 2014

Voy a vomitar un te quiero a ver qué sale

Me gusta tanto
que todas las veces que la veo
me perdono a mí mismo.

Las que no,
me las guardo
como noches que le debo.

Probé sus labios una noche de fiesta
como un último acto kamikaze,
porque sabía que quien los saborea
nunca los olvida.

Me preguntaba qué Miquel Ángelo te esculpió.

La felicidad se parece tanto a su cuerpo
que cuando no la tengo
sonreír se me hace un imposible.

He oído redobles a su paso;
suspiros convertidos en banda sonora;
he visto a hombres
mirando un partido de tenis en su cintura
deseando hacer un tie brake entre sus muslos.
Ellos saben que ni siquiera
podrán encontrar unas curvas así
en un manequí de Bershka
y que es ella y no el tiempo
quien determina el inicio del verano
con sus shorts.

Me he querido quedar a vivir entre sus labios
y: - bonita
arrímate más,
vamos a hacer montañita
en esta cama de matrimonio
no es que estemos demasiado anchos
pero este espacio
me parece un delito
si no lo rellenas tú-.

Porque el espacio no está en la estratosfera,
el espacio es lo que ella deja
cuando se va.

Y, cómo decirle, sin que suene desesperado,
que me mire, que me quiera,
porque esa es la única manera
que tengo de gustarme.

Cómo decirle, sin que suene a excusa,
que me he vuelto patriota desde que la besé:
que mi bandera son sus bragas,
que mi himno sus suspiros
y su nombre,
mi nación.

Cómo decirle, sin que suene a vómito,
que no se vaya nunca, por ejemplo,
que si lo hace,
que yo la esperaré siempre, por si acaso.

Cómo decirle que por su culpa
siempre quiero más,
que por su culpa
me falla la voz,
que por su culpa
me quedo,
que por su culpa
la
quiero.