lunes, 22 de diciembre de 2014

Más allá del amor

Tengo un corazón que no me cabe en el bolsillo:
rojo,
con las venas trenzadas
y en la arteria
un tirabuzón.


Tengo una cajita
de madera
que dice que quiero ser un árbol,
lluvia cayendo
por tu escote,
una sonrisa bailando,
la tuya,
que quiero ser 'te quiero',
'que sí, joder, que te quiero',
más allá del amor,
donde estamos,

y yo.


Te tengo a ti,
pero es mentira,
nunca te he tenido.


Tienes kilómetros de sonrisas,
ojos que se clavan, aunque duela
como mirar fijamente el Sol,
tienes un suéter de lana
rojo,
como mi corazón de bolsillo,
aunque duela.


Tengo un girasol
que se voltea cuando te ve,
por tu brillo,
por tu Sol.


Tienes una giraluna
que atrae las mareas,
que me marea,
que me llena
de tu mar.


Tengo un Big Bang interior:
  una estrella,
   un paje real en el balcón,
    el pelo erizado,
     una flor seca en el cajón,
      un caramelo,
       una gata
        y un poema
         para decirle
          a todo aquel
           que no me cree
            que tú,
                        existes.


jueves, 6 de noviembre de 2014

Voy a vomitar un te quiero a ver qué sale

Me gusta tanto
que todas las veces que la veo
me perdono a mí mismo.

Las que no,
me las guardo
como noches que le debo.

Probé sus labios una noche de fiesta
como un último acto kamikaze,
porque sabía que quien los saborea
nunca los olvida.

Me preguntaba qué Miquel Ángelo te esculpió.

La felicidad se parece tanto a su cuerpo
que cuando no la tengo
sonreír se me hace un imposible.

He oído redobles a su paso;
suspiros convertidos en banda sonora;
he visto a hombres
mirando un partido de tenis en su cintura
deseando hacer un tie brake entre sus muslos.
Ellos saben que ni siquiera
podrán encontrar unas curvas así
en un manequí de Bershka
y que es ella y no el tiempo
quien determina el inicio del verano
con sus shorts.

Me he querido quedar a vivir entre sus labios
y: - bonita
arrímate más,
vamos a hacer montañita
en esta cama de matrimonio
no es que estemos demasiado anchos
pero este espacio
me parece un delito
si no lo rellenas tú-.

Porque el espacio no está en la estratosfera,
el espacio es lo que ella deja
cuando se va.

Y, cómo decirle, sin que suene desesperado,
que me mire, que me quiera,
porque esa es la única manera
que tengo de gustarme.

Cómo decirle, sin que suene a excusa,
que me he vuelto patriota desde que la besé:
que mi bandera son sus bragas,
que mi himno sus suspiros
y su nombre,
mi nación.

Cómo decirle, sin que suene a vómito,
que no se vaya nunca, por ejemplo,
que si lo hace,
que yo la esperaré siempre, por si acaso.

Cómo decirle que por su culpa
siempre quiero más,
que por su culpa
me falla la voz,
que por su culpa
me quedo,
que por su culpa
la
quiero.

martes, 21 de octubre de 2014

Oda a un puto domingo de mierda



Tengo un domingo de resaca,

de dudas,
de un segundero que no da tregua,
de una canción que no deja de mencionarte,
de un dolor de cabeza que no permite olvidar,
de un regusto a licor amarillento
que ayer quitaba las penas de diez en diez
y que hoy
me las cobra por partida doble.

Entiéndelo:
Llevo demasiado tiempo viendo aquella isla
sin llegar a ella,
sí,
allí donde tu cuerpo se hace orilla,
donde se confunde la arena con el mar,
allí,
tu isla.

Llevo las dudas puestas
y ese 'te lo dije'
tatuado en la frente
a base de cabezazos en la pared.

Hoy es un puto domingo.

Domingo de llamar a Borja
para que reconstruya la noche,
de hablar con Mauro
para que de un poco de sentido
a esos 50 euros que me he gastado,
de embaucar a Javi
con mis putas locuras.

Domingo de mierda.

Y ya son demasiados domingos:
domingo lunes,
domingo martes,
domingo miércoles,
y así hasta el domingo domingo,
el domingo de soledad,
de removerme entre las sábanas
y no encontrarte,
domingo de vértigo,
porque el vértigo no me depende de las alturas
sino de lo lejos que estés.

Domingo de perdón
pero siempre lejos de Dioses,
domingo de recurso poético
ante la imposibilidad
de recurrir a ti.

Ayer me bebí la penúltima
demasiadas veces
por seguir pensando en tu escote,
vendí mi equilibrio
a cambio de copas
y ahora es cuando mi corazón
hace funambulismo
con una venda en los ojos.

Domingo de mirarme al espejo
y volver a odiarme,
domingo de recordarte
y de no encontrarte,
domingo de ibuprofeno,
domingo funebre,
domingo de bandera blanca,
domingo de rigor mortis,
domingo de trinchera.

Y lo peor de todo:
hoy es domingo
de buscarte
y de no hallarte.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Vigésimo octava y última carta de despedida

Pongamos que no hablo de Madrid,
pongamos que hablo de ti.

'La noche es joven', decías.
Pero yo de joven
siempre me marchaba pronto a casa.
Yo quería una noche eterna.

Caminaba por la Alameda,
tenía algo de dinero,
drogas
y las ganas de tenerte
a flor de boca.

Sólo me faltabas tú.

Ya te lo dije:
Esperar algo de alguien
es la antesala a la decepción.

Y me parece que no paro de esperarte.
Incluso antes de conocerte
ya te esperaba.

La vida, la parte puta de la vida,
me ha enseñado que resignarse
es otra forma de morir.

Y verte y no tenerte supone, a cada segundo,
una resignación mayor.

Cuando era joven,
pensaba que lo que no me mataba
me hacía más cabrón
y terminé siendo un cabrón
con ganas de morir.

Tú conseguiste hacerme gato
y que contase las vidas como quien cuenta días de la semana
y desde hace años vivo en domingo.

Nunca creí en eso de morir por amor,
aunque a decir verdad
este estado
no es mucho mejor.

Ya han pasado meses,
han vuelto a salir las flores
a pesar de que no estés cerca;
tu nombre es menos bala
pero más escalofrío;
tu retrato ya no está en la mesita
y lo guardo en el cajón de los condones;
las canciones nuevas
dejan, poco a poco, de nombrarte;
y las ganas de verte
ya no se pelean tanto en mi esófago.

Pongamos que no hablo de Madrid,
ni de ti.

Pongamos que por fin
hable de mí,
que me quiera,
que me dé a mi mismo una oportunidad,
que barra estos escombros de una vez,
que deje de compadecerme
y que tú,
muy a mi pesar,
pases a vivir en ese rincón
tan jodido de la memoria
que se llama recuerdo
y dejes de ser,
de una puta vez
mi jodida historia de amor.


Hasta siempre mi (des)amor.

jueves, 4 de septiembre de 2014

Síes o noes

Aquella mañana 
tuve la tentación de regar con cloroformo 
aquella margarita que te disponías a oler 
para después deshojar 
y así poderte observar 
durante más de una hora 
sin que me lanzaras algún reproche 
o sin que me apartases la mirada 
o sin que te marchases 
con todo lo que ello conllevaba. 

Sospechaba que mis margaritas son adictas a los noes 
y a ti no te hace falta una margarita, 
ni si quiera un ramo de flores con dedicatoria perfumada, 
para saber que a ti los síes te brillan en neón cada noche 
y que se convierten en suspiros por el día 
todas las mañanas cuando vas a comprar el pan. 

Síes o noes, ¿de cuál eres tú más?, 
me preguntaste mientras deshojabas 
con la sonrisa de una niña inocente 
que en su puta vida ha resquebrajado un corazón. 

Aunque esa inocencia se desdibujaba fugazmente 
cuando bajaba la mirada y veía tu escote de revivir a muertos,
con esos pechos que nunca supieron de Newton 
ni de sus leyes. 

Síes o noes… 
pensé yo en voz alta 
mientras deshojaba aquella margarita con tu nombre 
y con sentencia de vida o de muerte en su pétalo final. 

Sí, no, sí, no, sí, no, sí… 


No. 


- Síes o noes, en cualquier caso margaritas.

lunes, 11 de agosto de 2014

Agitar antes de golpear

Una vez amé a una mujer Big Bang:
todo empezó con una explosión,
de antes no recuerdo nada.

Eso mismo, antes
sólo había Nada.

Yo sólo era satélite tal,
rondando a su vera
mientras ella, Galaxia cual,
Vía Láctea, espiral.

Yo, tan pequeño como una lenteja,
ella, deslumbrando a toda hora,
incluso más allá del horizonte.
Me pregunto si sabrá lo que duele,
el dolor de ojos que se me clava adentro
cuando trato de mirarla. Siempre.

Compartimos espacio,
el espacio.
Aunque duela.
Nunca pensé 
que sería tan bonito su cielo.

Imagináos el vértigo 
de estar suspendido de la nada,
el vértigo de su distancia
en años luciérnaga.

De tantos universos,
elegí el suyo,
donde las décadas se hacen meses,
y los meses días,
y los días suspiros,
sólo con verla.

Entre el planeta Limón
y el satélite Giraluna,
cogiendo la segunda salida
de la autopista galáctica,
entre el autoestopista
y la nevera flotante
que algún astronauta
dejaría olvidada
tras ver sus ojos de supernova,
qué digo,
de hipernova.

Y toque donde me toque
siempre duele el corazón
porqué ella,
yo qué sé,
siempre duele.

Pero.

Todas las noches me acuesto
y la miro a través del giraluz.
Aunqu duela.
Nunca pensé 
que sería tan bonito su cielo.

Tal vez me ahorque con un cometa de cola larga,
brillante, resplandeciente, rápido,
letal.
Dejaría mi agujero negro con cerca y huerto;
y unos dientes que no quiso Súper Pérez
de testamento.

O tal vez, la vuelva a mirar,
aunque duela,
aunque tenga la certeza
de que el espacio no está en el universo, 
que el espacio es lo que deja cuando se va.

Aunque duela.

miércoles, 30 de julio de 2014

Aún (te) extraño

De repente me vi pidiendo un taxi,
levantando la mano, como tú lo hacías.
Tú parabas todo el tráfico
y en cambio el taxista desconfía de mí,
será mi cara de echarte de menos,
la peor de todas,
y me pregunta si tengo dinero,

- Mi madre me dijo que preguntar eso es de mala educación.

Le digo del tirón.

Él calla y veo sus ojos bailándole las dudas
mirándome de reojo por el retrovisor.

- ¿A dónde le llevo?

Un viaje rumbo a la nostalgia quisiera decirle.
Pero tal vez no saliese vivo de otro de esos.

Las heridas, a estas alturas, ya no son medallas,
ni si quiera experiencias,
ni si quiera vivencias.

Suena un réquiem en la radio.

Tal vez sea mi réquiem.
Ya son tantos...
(el de nosotros,
el de tus gemidos,
el de tus te quiero...)
que me hago un lío.

Ojalá pudiese decir
que eres lo más bonito que me ha pasado
factura.

Pero el precio ha sido demasiado alto,
y nunca supe si podría pagarlo.

Como este viaje en taxi.

Ni si quiera tu último adiós
pude maquillarlo de hasta luego
de lo amargo que fue
aquel día,
en aquel momento
surgido de lo inesperado.

Ojalá pudiese volver a aquel instante
en el que me vi tan cerca de la muerte
que me sentí más vivo que nunca.

- ¿Oye, a dónde va?

Al día menos pensado.

lunes, 16 de junio de 2014

Carmín, no te corras, no te vayas.

Miss Gubloid, 'Y al final dos heridos graves.'




Esa tarde llevaba un vestido blanco
con flores estampadas
que invitaba al canibalismo
y un tanga negro que se trasparentaba hasta en mi mente;
creaba a cada paso una banda sonora de suspiros
y dejaba un aroma por el que suicidarse
a sus tobillos.

Cuando nos cruzamos 
su mirada me hizo un quiebro
que casi me parte el pecho en mil pedazos (más)
en este puzzle desencajado.

Justo se le cayó una barra de carmín
y antes de que pudiera pensarlo
me había abalanzado a recogerlo,
como un superhéroe salvando a alguien
en caída libre,
como si su vida dependiese de ello.

Y aún hay gente que no cree en la casualidad.
Qué locura. Pregunto.

Porqué de esa barra de carmín
nació un 'nosotros'.

Y yo la quise tanto o más
que aquella ráfaga de viento inesperada
que me hizo ver por primera vez a mis once años
una 100 de pecho de la hermana mayor de una amiga.

Y la quise tanto que busqué incansablemente
en las pecas de su espalda
las constelaciones que no me dejaba ver su brillo.

Y busqué el horizonte entre su boca y el cielo,
ese mismo horizonte que ahora me acecha
y me aleja de ella
a cada paso que doy,
ese horizonte en el que sólo encontré 
cartas sin remitente,
postales sin posdata,
llamadas con buzones de voz...

Me dijo que teníamos las horas contadas,
pero ya ves querida,
yo soy de letras.

Y al final, dos heridos graves
y yo sin saber coser
estas heridas abiertas.

Qué puta es la casualidad.

Muchas veces pienso en escribirte
un poema decente
para después leerlo y recordar cómo me querías,
pero los buenos versos duelen
y un futuro sin ti,
aún más.

Nada hace del pasado
un lugar más dulce y hermoso al que visitar
que la perspectiva
de la muerte inminente de este 'nosotros'.

Porque cuando no eres nada
no hay razones para tener miedo.

Y mi poesía sin ti
se muere de pena.

Así que no me llames poeta 
porque sin ti
no soy nada.

miércoles, 4 de junio de 2014

Notas de diario de un nostálgico reincidente

Prometí olvidarte:
Lo sé, lo prometí como el alcohólico arrepentido
que promete no beber nunca más.
Lo hice cerrando el puño
y dándome golpecitos en el corazón
pensando que sería lo mejor.

Pero ya ves.

No.

Aquí estoy,
demasiado tiempo después,
entre libretas inundadas de notas,
hojas mamarracheadas,
libros subrayados,
entre canciones que me prohibí escuchar,
recuerdos y dudas que me asaltan.

Pero ni rastro de olvidarte.

Debe ser verano en tu cuerpo
y yo estaría mirándote de reojo,
con mis gafas de Sol de mirar sin ser visto,
cómo tomas el Sol en la playa
y tú con una teta queriendo escapar
de esa cárcel llamada bikini.

Parece primavera fuera de esta casa
y las flores me deprimen
porqué la primavera
sino nace de entre tus piernas
me parece una broma pesada.

Y sin duda es invierno en mi cuerpo
y los recuerdos me invitan
a acurrucarme contigo.

Los recuerdos son caer,
como Yves Klein y su salto al vacío.

Y esta caída se está haciendo larga.

Aún recuerdo las madrugadas frías en el coche yendo sin rumbo, al infinito más próximo, para encontrarnos.

Me acuerdo de nuestras mañanas de resaca. Y de las de periódico, cerveza y aceitunas.

Me acuerdo de cuando salíamos de fiesta y volvíamos a las tantas descalzos y borrachos de amor.

Me acuerdo cuando aquella noche me dijiste que eras "mi jodida historia de amor".

Me acuerdo de preguntarme qué maldito Miquel Ángelo te ingenió. Qué genio te planeó.

Me acuerdo de tu brillo. De ese brillo que tienen las cosas recién hechas.

Me acuerdo que me dijiste que me querías dar experiencias, no recuerdos.

Y me acuerdo de que al final somos eso:
malditos recuerdos.

martes, 20 de mayo de 2014

Confesiones de una fulana



Allí dentro siempre es primavera
aunque nunca he visto flores.

Para llegar al puticlub hay que bajar escaleras.

"Es el inframundo" me dice un hombre que sube.

"Como el Gato Pardo no había nada...", añade
lamentando el cierre de aquel putiferio
famoso por su brasileña
de metro noventa,
ciento veinte de pecho
y sorpresa entre las piernas.

Yo nunca he pagado por follar,
y no porque sea atractivo
o porque vaya sobrado.

Ellas prometen hacerte volar en veinte minutos
por unos módicos cincuenta euros
y pensándolo bien
el puenting es más caro
y yo tengo vértigo.

Pero para putas
ya me tengo a mí.

Rose Marie es la mejor de todas,
la primera vez que la conocí
un amigo le pagó cincuenta euros
para que me subiera a la habitación
y terminamos haciéndonos una botella de champagne
en un reservado.

Domina a la perfección el francés
a pesar de no saber hablarlo
y traduce los gestos de los hombres casados
en gemidos de soprano.

Siempre he creído
que esperar algo de alguien
es la antesala a la decepción.

Menos con Rose Marie.

Los que se acuestan con ella
siempre desean repetir
y coinciden en que el último
siempre fue mejor que el anterior.

A los tres minutos produce los primeros espasmos de placer,
a los cinco los gritos retumban contra los cristales
y a los siete la mayoría están saliendo por la puerta
deseando hacer cola
para volver a entrar.

Algunos presumen saber
que Rose Marie
es la causa de muchas guerras;
que es protagonista de al menos
ocho novelas de éxito
y otros muchos poemas desesperados;
que ha rechazado más peticiones de mano
que la propia Marilyn;
y que Romeo no se suicidó por Julieta
y es otra cosa la que nos cuentan.

Rose Marie es la más puta
de todas las putas.

"Si las putas fueran flores
nunca acabaría la primavera",
me dijo una vez.

También que "la noche es de los poetas, las putas y los que sufren por amor",
"y al menos eres dos de esas cosas", añadió.

Aún no sé realmente qué dos.

Y qué contradicción que puta
sea precisamente
la palabra más fiel del diccionario.

Cuando la mencionas
no da lugar a dudas.

Rose  es el París de los románticos,
La Meca de los musulmanes,
la Suiza de los evasores de impuestos.

Lame los miedos de los hombres
como si fuese un helado de vainilla
y todos salen de la habitación
con la mirada perdida
y un brillo que parece eterno en sus ojos.

Marie me pidió que os lo contara.

Pero, en fin, como decía Ernesto:
Creo que debo salir de este poema
o me voy a morir de romanticismo.

viernes, 2 de mayo de 2014

Mensaje en un botella lanzado a un mar de dudas

Maldito diario: Mi corazón ha perdido la cuenta
de los días sin sus caricias
y mis zapatillas la de los pasos
que hay hasta su cama.

Ahora la oscuridad
huele a su perfume
en el lado derecho de la cama.

Cada vez que pido un deseo
digo su nombre en voz baja
y soplo cirios consumidos,
corro las cortinas que la esperan
y deshago una cama huérfana
que no reconozco desde que no está.

Maldito diario: Tengo la cama revuelta
y también el corazón.

Ando perdido,
como quien busca una puta con regla.

No sabes el dolor
que me crean sus silencios;
el hueco de su pijama
en mi cajón;
la soledad
que empieza con su ausencia.

Maldito diario: Ya ni la poesía
sirve para perdonarme.

sábado, 26 de abril de 2014

Un temblor de tierra que lleva su nombre

Siempre fuiste un escaparate
de lo que no está en venta,
de eso que tanto anhelas

y nunca puedes conseguir.

Sólo me queda gemir tu nombre
delante de cuerpos de otras
y que de ello salga la mejor poesía
que jamás he escrito,
y que no sepan que soy un cabrón
por pensar que el mérito de todo orgasmo,
desde que te conocí,
siempre es tuyo.

Aquella noche en la que llovía
te fuiste
y yo ni había llegado,
es como la historia de mi vida:
llegar tarde a todos los sitios
aunque nadie me espere.

Mencionaron tu nombre
para decirme que me habías estado buscando,
y con solo oírlo
me entró un escalofrío,
después vino el vértigo
y maldije a Einstein
por no inventar la máquina del tiempo.

Cuando después me llamaste
para proponerme dormir en tu casa
noté esa sensación
que describió García Márquez en Cien años de soledad
cuando José Arcadio describe el mecanismo del amor
como un temblor de tierra.

Entonces lo supe: Era amor.

Sin duda.

Ya en tu casa

escalé por tus pechos
y buceé entre tus ingles,
en la cocina dos veces
y otras dos en esa alfombra mullidita del comedor.

Me clavaste las uñas tan fuerte
que mi espalda pareció la de un fanático religioso
en Semana Santa,
me mordiste tan fuerte los labios
que el sabor a sangre se mezclaba a menudo
con el de tu sexo.

Y aunque esa noche nos follamos
y no hicimos el amor
yo estaba convencido de que era amor
porque por una vez en mi vida
no sólo la quería ella
sino que también a mí.

Por una vez en la vida
la idea de la muerte me aterrorizó.

Últimamente no llueve afuera,
pero por dentro
estoy encharcado.

Y ahora que lo único que sé de ti
es que estás a más de 30.000 suspiros de mí.

Por una vez en la vida
la idea de la muerte me aterrorizó
aunque ahora que lo pienso
no me hubiese importado morir aquella noche,
allí mismo,
entre tus brazos y tus muslos.




sábado, 19 de abril de 2014

Viaje nostálgico a la Calle Desesperanza



Hace exactamente 238 días que no me quería.
Ni una pizca.
Nada.


Te había olvidado.

Y qué triste que para quererme
tenga que recordarte.

He de decirlo
aún sonando a puto egoísmo:
Te amaba por lo que me hacías quererme.

Y por otras cosas, claro.


Pero al final el amor por otra persona
casi que se convierte
en amor a uno mismo
reflejado en el otro.

Una puta movida.


Cuando ya no estabas
yo puse un precio inasumible a tu recuerdo,
renuncié a sonreír por las mañanas
y a escuchar 439 canciones.

Y la herida, bueno, 
la herida ahí estaba.
Ahí está.
Pero sin la costumbre de amarte
ya duele menos.

Anoche te vi a lo lejos
y ya conoces lo de después,
eso del tartamudeo
y del vuelco del corazón
latiendo en morse 
tu nombre.

Y también eso de quererme,
pero de quererme contigo.

Eso de volver a sentir

ese sabor a sangre,
a fracaso,
porqué todo lo que no se intenta
me sabe a fracaso
y desde luego, 
contigo
no lo intenté bien.

Me recordaste lo bonito que me sentía
cuando estaba junto a ti.

Y también pensé en lo bonito que se debía sentir
el chico que estaba contigo.

Te decía te quiero a la oreja
y con tu sonrisa casi fundiste cuatro luces del pub.

Recordé lo que nos costó darnos el primer te quiero

como reservándolo para la mejor ocasión.
Al final te das cuenta de que la buena ocasión
es esa en la que te sale 
y no lo retienes en la garganta.
Después nos los dijimos de golpe
y una vez empezamos con los te amo
ya no tuvimos nada más intenso que decirnos
y yo me propuse buscar
la frase del avioncito de papel
de la peli de Los Amantes del Círculo Polar,
pero nunca la encontré,
tal vez porqué sólo me bastaba mencionarte
para decir todo lo que sentía.

Pero no me dí cuenta,
y ahora cuando te mencionan
las ganas de amarte
se pelean en mi barriga.

El amor me empezaba con tu nombre

y se me marchitaba con tu ausencia.

Menos mal que tienes un nombre jodido.

Ayer fue raro,
hacía tanto tiempo que no me quería
que hasta me odié por ello.
Y también porque sea otro
el que se quiera
como quisiera quererme yo.
Contigo.

En fin, qué jodido eso del querer y no poder.

miércoles, 9 de abril de 2014

De sentirte y otras suertes


Qué jodido eso de tratar conjugarnos el verbo querer
y no poder;
o que la distancia cree hiato entre nosotros.

Qué lastima que termines siendo un recurso poético
ante la imposibilidad de ser
mi recurso de amparo.

Aún no encuentro palabro en el abecedario
que descifre fielmente
eso que me pasa desde que te veo
hasta que te beso.

Y ojalá, en serio, querer sea menos verbo
y más verdad.

Que no nos engañe la primavera con sus fechas
porqué quien la trajo fuiste tu,
y era de noche y estaba oscuro,
y habían besos y algún cubata
y de las flores ya ni me acuerdo.

Ahora me doy cuenta
de lo inútil de los sentidos
si no te tengo cerca,
incluso a veces, cuando no estás,
el corazón me late tan despacio,
tan débil,
que hasta pienso que lo he perdido
en algún rincón
mientras te buscaba.

Van Gogh tuvo suerte de no conocerte,
de haberlo hecho
se hubiese cortado la otra oreja
sólo con escuchar
la sinfonía de tus tacones
como quien acaricia y besa el asfalto.

Que si Adán se comió una manzana por Eva,
por ti se hubiese tragado
hasta un kilo de uranio,
si se lo hubieses pedido.

Que las farolas nunca te dan la espalda
y la luz siempre la tienes de cara
porqué hasta ellas saben
que sería motivo de desconexión permanente
dejarte la belleza a oscuras.

Que yo me conformo
con darle un poco de sentido
a mis sentidos:
con verte ya tiro,
si te acaricio, ni te digo,
si te huelo, corres alto riesgo de secuestro
y si te saboreo
es como morirse
pero al revés.


lunes, 17 de marzo de 2014

Relato de unas ruinas sin dueño


Te rompería los tímpanos si de repente
te dijese todo aquello que quiero decirte
pero que nunca te digo
por miedo a que me mandes a la mierda.

Te quebraría los labios si de repente
te diese todos aquellos besos
que alguna vez me guardé
por temor a no querer irme nunca.

Hace tiempo
me cosí al pecho una granada,
tiré de la anilla
y esperé la explosión
mientras tomaba café tibio
y removía recuerdos
en nuestro viejo álbum de fotos.

Y estas ruinas que dejó aquella explosión
no hay manera de recomponerlas.

Aún no he aprendido a olvidarte
y a menudo se me olvida no quererte.

Soy un puto desastre sin dueño.


Verás...
Con demasiada frecuencia

te recuerdo durmiendo a mi lado
y yo dando alas a mi insomnio.
De vez en cuando dabas algún suspiro
y yo imaginaba que soñabas
con ese ático que nos prometimos en París.

Después te ibas
y en mi barriga las ganas de volver a tenerte
empezaban otra pelea.

Salías de casa y yo me aferraba a la ventana

como un niño la noche de Reyes,
tú levantabas la mano para pedir un taxi
y parabas todo el tráfico,
y también mi corazón.

Y aunque tu nunca me dijeras adiós
yo me despedía de ti desde las alturas
por miedo a que fuese la última vez.

Aún recuerdo a ese taxista
que se arrancó todos los retrovisores de su coche
para no ver cómo te ibas.

Olvidarte sería pura cuestión de supervivencia

y aún así se me resiste.

Apelar al sentido común está tan visto

como demostrado que no me funciona,
porque el sentido común me dice
que lo común es amarte.

Sin duda yo necesito
de un sentido inusual para olvidarte.

El amor me enseñó la paciencia

o eso creo,
a pesar de que esté acostumbrado 
a llamar amor a eso que todos llaman desamor,
y viceversa,
y sí, el amor me enseñó la paciencia
pero tu forma de colarte entre mis penas
ya me empieza a desquiciar.

Y es que estas ruinas ya no hay quien los recomponga,
así que yo ya me doy por perdido
aunque me gustaría que te llevaras mis restos
y así padecerte
una última vez.






jueves, 6 de marzo de 2014

Te propongo un baile


Te propongo un baile:

Cómete la distancia a besos
y cógeme de la mano.

Sé mi plan A,
                     y mi plan B,
                                        y así hasta la Z.

Tú lames mis miedos
y yo te follo
a palabras.

Me coso tu piel a la mía
y por una noche no te dejo escapar.

Darte los buenos días sin haber dormido
ni un sólo minuto
a pesar de sentirme como en casa,
ahí,
      contigo,
                   dentro,
                               de ti.

Y que no sea pronto,
pero tampoco tarde.

Aún guardo abrazos por darte
y ganas de que me acorrales
con tus brazos;
ganas de que me ahorques
entre tus piernas;
ganas de no salir de allí,
de hacerlo casa.

Me encantaría perder la cabeza
y que encontremos el corazón,
bailando para nosotros.

Preguntarte otra vez
qué diferencia hay entre follar y hacer el amor
y no tener respuesta
a pesar de saberme hacer el amor
como nadie.

Que no habrá cigarro después del polvo,
ni ático en París,
ni beso bajo la lluvia
y estufa de leña secándonos,
pero contigo me basta,
eres mi rincón favorito
estés donde estés.

Y que quiero que sea mañana,
pero sólo si estás tú.

Porqué me acuerdo de que sonríes
y todo el mundo se congela
y hace frío, pero no importa
porqué tú.

Tú.

Tú es contigo
y eso es mucho mejor
que yo sin ti,
o que yo conmigo mismo.

Aunque sea por una vez,
aunque escondamos los peros
para otro día;
aunque me calle
todos los te quiero que deseo darte;
aunque vaya para irme,
que para eso voy,
para irme,
porqué no lo olvides,
irse es otra forma de quedarse.