Allá donde mire,
sé que existes.
Pensar
que el viento me de en la cara
y me traiga tu risa.
Que seas caracola
y la marea te arrastre a mi orilla.
Y volver a creer en el amor.
Cuando soy consciente de que existes,
es en ese momento
en el que más me gusto,
de pensar que yo
soy contigo.
Y me vuelvo a querer,
un poco.
Saber
que por fin
hay un sitio para mí
en este puto mundo:
donde tú estés.
Saber
que las barras de los bares
ya no soportarán más mis penas,
y que el alcohol
será una bebida social
y no un recurso cotidiano;
que el viento frío
ya no será quien corte mis labios.
Declarar
la guerra,
unilateralmente,
a nuestro amor pacífico.
Dedicarme,
íntegramente,
a acariciar tu ombligo con mi barba,
a escalar por tu monte
como deporte de riesgo favorito.
Buscar
mariposas en tus huecos
y surcar el mar en tus ojos.
Saber
que el Sol no hace falta
si estás tú.
Y así pasar los días.
Dibujar
corazones torcidos,
cactus y penes
en el polvo de los muebles.
Que de dos toques de hombro
te quites el vestido
y me ahogues con tus piernas.
Que se nos pase la hora del café
y de la cerveza,
que a la hora de comer
nos comamos.
Que nos besemos la cicatrices
y que cantemos a gritos
desnudos por la casa.
Saber
que de ti y de mí
nace
un nosotros.
Saber
que a veces,
es tremendamente grandioso
echarte de menos.
*
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