era el momento en el que te la quitabas,
la esparcías por la habitación
y lo llenabas todo de amor.
Y lo peor de que llegaras
era que después te ibas.
Y lo peor de que te fueras
es que no volvieras,
y yo me quedase sin lo que más me gustaba de mi,
el contigo.
Cómo no te iba a querer
si sacabas lo peor de mi
para poner lo mejor de ti.
Solo me quedaba coserme la boca
para no pedirte una noche más
y tener que jurarte que me quedaría contigo
en esa habitación empañando los cristales
para dibujarte corazones.
Querernos más que menos
y dolernos menos que más.
Despedirnos de la violencia del adiós
y gritarnos en silencio que ya no hay guerras
que luchar porque las cortinas están cerradas
y estás dentro de mí.
Sospechábamos del tiempo que nos miraba de reojo y sonriendo
y dudábamos de que los kilómetros al final supusieran el final;
pero allí dentro, de mí, estábamos como en casa.
Como en una utopía permanente de cielos claros y soles de verano.
Tu voz era mi abrigo;
tus ojos la casualidad más bonita de mi vida.
Pero lo peor de que llegaras era que después te ibas.
Y lo peor de que te fueras es que no volvieras.
Y que yo me enamorara hasta de tus miedos,
que me jugara mi sonrisa contra el destino
y que no me importara perderla
en un cara o cruz.
Porqué siempre fuiste eso: un cara o cruz;
una caricia o un portazo;
un pares o nones
poniendo mi corazón en juego
y mi mano sobre el fuego.
Y perderlo todo.
Y continuar sangrando
de saber que no tengo ni una maldita excusa
para quedarme a tu lado,
ni un jodido perdón por tu parte,
de darme cuenta de que uno más uno
no era igual a nosotros.
Y que por perderte me haya perdido a mí,
no te lo perdono;
No te perdono haberme empujado a quererte sin remedio
y a saltar por un precipicio aún sabiendo que no llevaba paracaídas.
Te habría follado a poesía hasta quedarme sin palabras,
pero ya me ves;
ahora solo sé escribirte y poner un punto y final
a algo que ojalá no hubiera terminado nunca.
No me quedan fuerzas,
ni ganas,
ni lágrimas para decirte adiós;
solo voy a escribir todo lo que deberías haber vivido entre mis piernas
para que te des cuenta del mundo que te has perdido.
Una vez escuché a un poeta que decía que la virginidad -sea la que sea- se tiene que perder bien. Yo no he podido perderla mejor con este poema recitado junto a Ana Barrero y con Javier Expósito a la guitarra.
Las gracias se me quedan cortas, sólo espero que este no sea el último.
<3 quiero repetir.
ResponderEliminarDeberíamos.
EliminarPronto.
Ya.