viernes, 3 de enero de 2014

De despedirme de ti y otras formas de dolerme



No sé cuánto hace que no te veo. 
Al menos nueve fiestas, 
cuatro bares diferentes 
y decenas de cubatas. 
Eso es mucho tiempo. 

Y tu recuerdo no me suele visitar, 
pero el insomnio de hoy 
ha resucitado esa noche 
en la que nos encontramos 
de puertas para dentro. 

Esa noche en las que las canciones 
hablaban de ti, todas en clave de Mi, 
el ron sabía a tu piel 
y tu caminabas contoneando el culo
con la soltura de siempre. 

Todo volvía a ser igual, 
pero sin el color de siempre, 
era la última de todas, 
creo que lo llamamos: 
despedida. 

No tuvimos que traducir los silencios 
porque directamente nos los comimos 
junto a los besos. 

Tú pediste ginebra y yo ron, 
y al quinto cubata 
me dijiste un ‘te quiero’, 
que no creí y bien que hice, 
aunque llevaba puesta la coraza 
mi corazón sí oyó esas palabras 
y a pesar de que quiso obviarlas 
alguna letra se me enquistó 
y creo que aún dura. 

Aún dura, 
como el olor de esa noche de junio 
estribadito en tu agujero 
cuando me dijiste que si quería bajar, 
ahí, donde tus piernas, 
y me lo dijiste tan dulce 
que no te pude decir que no. 

Y hoy, que la soledad huele a tu perfume 
en mi lado derecho de la almohada; 
que a pesar de ser agosto, 
todo el día ha sido invierno, 
frío y gris, 
me ha vuelto a la memoria 
esa noche sin brújula 
que vivimos como un baile 
a pesar de no saber bailar. 

Y claro, recuerdo todo esto, 
y me olvido de no quererte.

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