domingo, 5 de enero de 2014

De los caprichos del destino y otras formas de dolerme



Justo viene el año nuevo

cuando empezaba 
a acostumbrarme al anterior.

Me hacen despedir un año
cuando aún no sé
ni despedirme bien de la gente.

Qué desastre, joder.

Eso de hacer resumen temporal
y recuento de mis promesas incumplidas
se me da fatal.

Porqué no nos engañemos:
¿Quién ha conocido
algo más infiel que las promesas?.

Y aún así yo las hago
para recordar que el año
ha sido algo más
que un mal sueño
y que, de vez en cuando,
me ilusiono por algo más
que por tratar de no atragantarme
con las malditas uvas.

Que me emociono por volver a ver tu sonrisa de eclipse
o por sentir tus pechos en mis manos,
por ejemplo.

Si el nuevo año nos diese de verdad
tres deseos como el genio de la lámpara
todos llevarían tu nombre en mi postdata.

Aunque yo, con una palmadita en la espalda
y con que me digan que no lo he hecho tan mal
tiro para todo lo que va de año
y si me regalas un beso tuyo
ya me puedo morir feliz.

Pero no, el destino siempre es un cabrón
que quiere matarme tarde y mal.

Al igual que ha querido hacer
que me enamore de tus defectos
más que de ti misma;
o que mi dialecto favorito
sea el idioma de los besos
que ya no nos damos;
que el destino también quiso
que asesinaras a ese chico triste
que tenía dentro
y que ahora ha querido revivir;
o que seas el amor de mi vida,
no porqué seas perfecta,
ni para siempre,
ni mucho menos mía
sino porqué he intentado matarlo
pero me ha terminado haciendo el amor
cada una de las veces
que he tratado de asesinarlo.

Menudo cabrón el destino,
y aún así,
con el odio que le tengo
con el miedo que me da
con su folio arrugado y manchado
donde escribe y ríe
cada uno mis tropezones,
aún así, le pido una cosa
para este año:

Quiero hacer contigo
todo lo que la vida
aún no ha inventado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario